Los hábitos son aquellas cosas que somos capaces de mantener en el tiempo. No son fruto de un momento, ni tienen una caducidad temporal. Por tanto, relacionados con el concepto (erróneo) de dieta que solemos entender en nuestra sociedad, son exactamente lo opuesto.
No sé muy bien por qué motivo, en ocasiones cala en la mentalidad colectiva un mensaje que se aleja mucho de ser realista, asumible, alcanzable… aquello que cuando estudias el concepto de “objetivos” en el mundo de la empresa debes aprenderte de carrerilla.
¿A qué me refiero? Pues que, si yo mañana te pido que te pongas a comer coliflor hervida, acompañada de pechuga de pollo a la plancha, espárragos blancos y 30g de pan integral, acompañados solo por agua, y te marco que el resto de la semana, tanto en comidas como en cenas, hagas lo mismo, sin saltarte una sola toma estas pautas tan estrictas… ¡Me mandas a la mierda! O peor, lo tomas al dedillo y conviertes tu vida en un infierno en el cual no puedes comerte ni un triste bombón el día que tu compañera de trabajo los trae a la oficina porque es su cumpleaños.
Pues como se suele decir en el refranero español: ni tanto, ni tan calvo. Los hábitos muestran mayor éxito en la consecución de los objetivos marcados por uno mismo: ya sean de salud, estéticos o de rendimiento. Tanto da. Mantener en el tiempo una alimentación donde sean una anécdota los ultraprocesados, el alcohol, productos refinados con gran cantidad de azúcar añadido, etc., sumado a la realización de algún tipo de actividad física, muestra una mejor tasa de logro de tales objetivos (y así lo atestiguan múltiples estudios científicos; no lo digo yo…).
Y si a todo esto le sumas un mejor descanso, una gestión del estrés y la ansiedad apropiados (los cuales están golpeando nuestra sociedad de un modo brutal en los últimos tiempos), paseos a la luz del sol (aquello de la Vitamina D…), pues tendrás unos mejores hábitos. Y el resultado de eso simplemente será que te encontrarás mejor. Y que conseguirás ese objetivo que siempre tienes en mente y que muchas veces no logras. Y dejarás de frustrarte.
Es tan sencillo, y tan complicado a la vez. Porque ¡ojo! Esto, sin compromiso, no se logra. Bajo ningún concepto. Hay que tener la decisión firme de querer cambiar cosas en mi vida. Y debemos ser consecuentes con ello. Supone esfuerzo y compromiso. Y paso a paso. No empezar de 0 a 100 de un domingo a un lunes. Asesorados por gente que se dedica a ello y te puede marcar el camino. Añadiendo hábitos (aquellos que duran en el tiempo, no “terapias de shock”) de uno en uno, sin prisa, sin agobios, sin querer ver resultados mañana por la tarde (llevamos años no cuidando nuestros hábitos, no se pueden pretender cambios en un mes… ni en 3!). Y poco a poco, cuando me vaya encontrando mejor, ese mejor estado, esa mayor calidad de vida, será mi propia motivación (intrínseca) la que me haga continuar por el camino marcado. Pero porque habré conseguido convertirlo en un hábito. Duradero, realista, alcanzable, responsable.
No existen los milagros; ni tampoco existe otro cuerpo en el que vayas a vivir. Así que cuida tus hábitos, mejora pequeñas cositas de tu día a día, con compromiso y algo de esfuerzo, sé paciente, y observa y valora tus éxitos de uno en uno, incluso anotándolos en tu diario (créate uno).
A fin de cuentas, ¡sé feliz!
Yo te acompaño en tu camino.
Un abrazo