Dolor y tolerancia

Cuando sufrimos una lesión o un daño, bien sea entrenando o en cualquier otra circunstancia, se activan unos procesos neurológicos que mandan una señal al cerebro, el cual se encarga de “decirte” que te duele esa zona lesionada. 

Pero no solo eso; si no que se activa una cascada de factores que nos van a decir también que nos duele esa zona, y que además tengamos cuidado, no vayamos a hacernos más daño o a empeorarlo. 

Esos factores son los llamados psico-sociales, demográficos y socioeconómicos. ¿Qué significa esto? ¡Pues que siempre que nos hemos hecho daño realizando ejercicio o deporte, saltan las alarmas en todo nuestro entorno!

Nuestra madre nos dice que “claro, si es que al final te vas a hacer daño”, “Anda no te muevas para que se te cure”, “ten cuidado no vayas a hacerte más daño y la liemos”; el médico nos dice “tómate antiinflamatorios y reposo”; nuestros amigos quizás nos digan “no vuelvas a hacer ejercicio tan pronto que te vas a hacer más daño y no te curas”, etc.

Esta cascada de factores, llamémoslos “no biológicos” (o fisiológicos), no hace sino aumentar el miedo al daño, al dolor, y nos sensibiliza más ante tal dolor.

¿Qué hacemos como respuesta? Reposo absoluto, inmovilizar, “coger miedo” a determinados movimientos o situaciones, y empeorar nuestra capacidad para manejar y gestionar el dolor de una forma autónoma. 

¡Otro ejemplo! Algo que solemos escuchar toda la vida: “esto es peor que un parto”. ¿Parir duele? Por supuesto, no seré yo quien diga que no, faltaría más. Ahora bien, ¿qué le ocurre a una mujer cuando se acerca el momento del parto? Que le viene a la cabeza esta expresión, y otras tantas. Ya está en plena predisposición a sufrir un gran dolor.

Nuestro cerebro “ordena” que eso sea el dolor más inimaginable posible. Esos factores psico-sociales, demográficos, socioeconómicos están haciendo de las suyas. Y se traduce en una mujer que acude al hospital acojonada (perdón por la expresión, pero es que lo define muy bien), con miedo; yo creo que ya es bastante “intenso” todo el proceso del embarazo y del propio parto sin la necesidad de que nadie nos meta un miedo extra y, además, en algunos casos, desproporcionado.

No es una opinión, sé que esto último puede ser polémico, pero es ciencia. La ciencia no es nunca una opinión. 

El cerebro es el que gestiona el dolor, y enseñarle que quien domina las percepciones dolorosas somos nosotros nos hará enfrentarnos mejor a momentos realmente dolorosos, y nos ayudará en el proceso de recuperación.

Si a mi rodilla lesionada por un esguince nunca la muevo hasta que “me recupere”, crearás gran miedo en ti, enseñarás a tu cerebro a que ahí te duele, que en esos grados de movimiento sufres, y generará una bola mayor que la que había al inicio. 

¿Mi consejo? Enséñale a “aguantarse”; al cerebro, digo. Comienza a moverte lo antes posible; lleva tu segmento lesionado a posiciones en que percibas un leve dolor, y aguanta en esas zonas unos segundos, sin cargas externas. Simplemente movilidad.

Y poco a poco vete sumándole estímulos que reten más esa zona. enseña a tu cerebro a aumentar la tolerancia al dolor. Enséñale que los tejidos se recuperan, y en menos tiempo de lo que a veces creemos, y que el resto son “ideas suyas” sobre el dolor. 

Me gustaría mencionar, por lo reciente temporalmente, el caso de Abel. Acude al Jym tras operación de cadera (prótesis incluida). Su médico le prohíbe hacer nada de ejercicio y quitarse las muletas. Llevamos dos semanas entrenando. Da gusto verle hacer sentadillas con 20kg extra, arrastrar un trineo de 50kg, sentarse y levantarse sin problema.

Todo ello, claro, sin muletas. No podemos fragilizar a la gente. No podemos recomendar atrofiar los músculos para “no hacernos más daño”. Es una locura. Es mala praxis. Y si tus músculos no funcionan, tú me dirás cómo piensas hacer tu día a día. El músculo no es solo verte “mazado”. De hecho, es lo menos importante de todo.

El músculo es un órgano vital, endocrino, el cual genera fuerzas que permiten el movimiento y la independencia. Dejemos de ver todo esto como una revista de fisioculturismo de los años 80, que ya ha llovido…

Es difícil encajar todas estas piezas, lo sé. Pero confía en mí, tenemos un gran poder sobre el cerebro si le reeducamos en muchas cuestiones, y esta del dolor es primordial.