Comenzar a entrenar

Iniciar un proceso de entrenamiento o de realización de ejercicio físico puede ser muy sencillo. Basta con ponerse las zapatillas y bajar de casa a correr un poco, dar un buen paseo, irnos a un parque donde haya algunas máquinas para hacer ejercicio o incluso unas barras.

Ahora bien, ¿es lo mejor? Pues como de costumbre, depende. Por lo general podemos decir que no. ¿Por qué? Porque tendemos a sobreestimar nuestra condición física tras un periodo de inactividad, o incluso tras no haberme sometido nunca a la realización de algún tipo de “rutina” de ejercicio más o menos controlada y programada. Y lo que ocurre es que nuestro organismo requiere de unos procesos fisiológicos (cambios que ocurren a nivel de células, de hormonas, de músculos…), los cuales se denominan adaptacionescuando provienen de la realización de ejercicio físico, y que suponen cambios a medio/largo plazo. Y estas adaptaciones llevan su tiempo conseguirlas, requieren un buen control, necesitan de una buena progresión, y son enemigas de las prisas. 

Lo que ocurre a nivel agudo, es decir, lo que sientes tú en el momento que estás haciendo ejercicio, e incluso durante un rato (incluso unas horas) tras la finalización de éste, responde a la definición de respuestas. Y son eso: cambios a nivel agudo, no duraderos en el tiempo. El sometimiento a un programa bien planeado y ejecutado de ejercicio físico (entrenamiento), nos llevará a obtener las deseadas adaptaciones. 

Y para entendernos: esas adaptaciones son las que nos hacen sentirnos mejor una vez hemos cogido cierto ritmo de entrenamiento y podemos ir subiendo tanto de intensidad como de cantidad de ejercicio (volumen). Y eso, por desgracia, solemos hacerlo mal. Vamos con prisas, queremos ver cambios en un mes como mucho, a la vez nos quejamos de los dolores de agujetas y de si no me habré lesionado… y tantas y tantas cosas que nos suceden por hacerlo mal. 

Como la mayoría de cosas que merecen la pena en la vida, todo esto requiere un esfuerzo, un compromiso, y a poder ser, un buen control por parte de un profesional. Sucede una paradoja en todo esto. Y es que nos parece un precio justo gastarnos unos 50€ por una buena cena el fin de semana (lo que supone, a poco que estimemos que el mes tiene cuatro semanas con sus cuatro fines de semana). O sea, 200€ al mes (como poco…). En ocio, que es necesario y es muy lícito. Pero nos parece caro que un profesional nos pida entre 150-200€ por hacer que nuestra salud mejore. Que nuestra calidad de vida mejore. Nos parece caro que un profesional de la salud (los entrenadores lo son, mal que le pese a la legislación española) nos pida unos 30€/hora, de su tiempo (planificación, control, diseño, práctica, cancelaciones…), pero en el taller nos van a cobrar 55€/hora, y lo tacharemos de necesario, porque claro, sin coche no podemos vivir.

Pues lo siento, sin salud tampoco podemos vivir. Sobreviviremos, que es algo que se hace muy comúnmente en estos días. Pero desde aquí somos muy honestos, muy sinceros y directos: más nos vale invertir en nuestra salud, o enfermaremos, y después iremos a echar la culpa a la primera cosa que se nos ocurra. Y no; debemos ser responsables y cuidar nuestra salud, pues solo vives dentro de tu propio cuerpo, y si le maltratas, sufrirás poco a poco cada vez más. 

Estamos aquí para ayudar, para proporcionar salud a la sociedad. Y mientras los programas y planes estratégicos de promoción de la salud se sigan quedando tan cortos, seremos nosotros como individuos quienes tendremos que tomar la iniciativa y ponernos en manos de gente que está aquí para ayudar, para mejorar nuestra vida, para ser, a fin de cuentas, más felices. 

Yo te acompaño en tu camino.

Un abrazo